domingo, agosto 28, 2005

Otra vida

No era una noche cualquiera, no, era la velada que antecedía su partida. Y ella había dejado esta vida, su vida, para no volverla a ver jamás. Si l epreguntaran a él les contestaría que así tenía que suceder, sin tartamudeos ni miramientos; así ella lo había decidido, él lo había decidio. Aquel miedo con escalofríos que lo abrodaban cuando se percataba de que no admiraría sus ojos nuevamente se fue apaciguando, hasta el punto en el que lo aceptaba con cierto grado de incomprensión. Ella era su vida y deseaba significar lo mismo para ella. No estar a su lado era peor que la muerte, extrañarla durante su ausencia era marchitarse junto a cada segundo que transcurría.
Él la tocó, inerte y fría, conversó con ella unos minutos mientras yacía sobre el piso de aquel cuarto azul, cuarto que con ellos había compartido tantos momentos. Le susurró al oído todos aquellos planes que tenía para el futuro, a su lado y que ahora ya no podrían ser su verdad; la besó en la frente y se despidió, deseando poder cumplir sus sueños en otra vida, su vida, si es que realmente éstas existen después de la muerte.
No volteó, sin mirar por arriba de su hombro, caminó bajo la lluvia con el corazón desgarrado, náuseas y mareos que estuvieron a punto de tumbarle. De cualquier manera ya nada importaba, él se encontraba muerto desde hacía ya tiempo atrás.

viernes, agosto 26, 2005

Café - Continuación

A falta de mi inspiración para continuar esta historia (en un principio no estaba escrita para seguirla), mi novia Sandra salió en auxilio para terminarla. Aquí les va:

A unos días del raro encuentro en el teorema, Fernando se había enterado de que su novia Raquel sabía de sus infidelidades, por lo que la llamó para pedirle perdón. Ella vio su número en la pantalla del celular pero no pensaba contestar. Su prima Rebeca de igual manera quería hablar con ella, pero tampoco tuvo éxito en sus intentos.
Así que los dos, Fernando y Rebeca, pasaron por su cada en donde por fin la encontraron. Con pocas ganas de recibirlos, los dejó pasar. Transcurrieron unos momentos muy incómodos en silencio, nadie decía nada. Raquel les preguntó lo que deseaban y su prima comenzó a disculparse, que aquel momento de debilidad no significaba nada y que sólo había sucedido esa vez. El novio continuó, echándole la culpa a los tragos de aquella noche, y al haber tenido una pelea con ella, había buscado consuelo con Rebeca y que de ahí las cosas se salieron de control; lamentó mucho lo sucedido y afirmó que sólo la amaba a ella.
Todas estas verborreas no impresionaban a Raquel para nada. Denotaba mucha seguridad, tranquilidad y frialdad frente a ellos, pero sobretodo, sabía controlar sus emociones. Lo que más quería ella era gritarles, mandarlos a la chingada sin boleto de regreso y nunca más volverlos a ver, pero ella se acordó de la plática con ese extraño en el Teorema hacía pocos días, y de los planes que se habían maquinado esa misma noche. Así que ella les contestó, con una voz tranquila y fuerte, que todo esto no era para tanto, que ya no quería seguir con él de todos modos, que nunca lo había amado y que sólo perdía el tiempo con él. Fernando no pudo creerse lo que escuchaba, no parecía ser la misma Raquel que conocía y que había tenido como novia durante tanto tiempo; ni él ni Rebeca sabían qué decir. Raquel los acompañó hasta la puerta para despedirlos, ya no quería gastar saliva con ellos. Los dos no sabían que decir ante esa actitud y no les quedaba mas que despedirse con un agrio adiós. Antes de que pudiera cerrar la puerta, se llegó a escuchar un grito de Fernando que exclamaba un "lo siento Schatz, te amo!", pero Raquel ignoró esas palabras, subió a su cuarto y estalló en lágrimas largo rato sobre su almohada. Terminado el llando, secó las lágrimas que recorrían su rostro y se miró al espejo y pensó: "no me mereces cabrón, me las vas a pagar!" Inclusive ella se espantó por el tono de su voz, tan amargo, tan agresivo. Buscó el número del celular del conocido del Teorema. Marcó, platicaron brevemente y acordaron verse
en dos horas en el Italian Coffee de PLaza Crystal para poner en marcha los planes de venganza.
Cuando llegó, su extraño conocido ya la esperaba sentado en una mesa, tomándose un americano con dos bolsitas de azúcar. Ella pensó mientras se acercaba a él "hmmm, ese tipo ha de ser muy süss"; se saludaron, se pidió un cappuchino y comenzaron a conversar. Los dos se animaron con el plan más gemein del mundo y rieron perversamente.
Desde aquel reunión se frecuentaron cada vez más, se juntaban para tomar café, ir al cine y hasta fiestas. Poco a poco conocieron a los amigos del otro y se volvían más sinceros entre ellos, se desarrolló una gran amistad en la que compartían todo.
Una noche fueron juntos a una disco y en el lugar se toparon con Fernando y Rebeca, besándose. Al verlos, Raquel sintió algo raro en el estómago, pero se dio cuenta de que ya no sentía nada, no sentía amor, no sentía dolor, ya ni siquiera sentía rencor hacia ellos. Volteó y miró el rostro de su amigo "no mames, nunca me había dado cuenta de lo guapo que era!" lo miró con una sonrisa y de repente sintió un millón de mariposas en su pecho bailando salsa. Él también la miró con una sonrisa y sabían que no tenían que cruzar palabra alguna, entendieron sus miradas. Los dos se olvidaron de la venganza más gemein del mundo y se besaron cariñosamente; juntos, tendrían una vida muy felíz.

Escrito el 24 de Agosto de 2005

jueves, agosto 25, 2005

Café

Miré el reloj, pasaban de las seis de la tarde. Llevaba ya media hora con el café pues no lo tomo tan caliente y lo que hago es esperar un rato para que se enfríe.
Nunca me ha gustado estar en el centro a excepción de macetear en algún restorancillo, o como en este caso, en el café Teorema; situarme en algun lugar seguro y cómodo, sacar un libro y ponerme a leer.
Ante la duda, nada mejor que fumarse un cigarro, y en esta ocasión no fue la excepción. El café estaba lleno, las mesas ocupadas y por la ventana se observaba cómo la lluvia se dejaba escurrir por los vidrios medio sucios y empañados. Cuando leo me siento inteligente, me gusta sobrepasar el promedio de lectura de nosotros los mexicanos, que se dice ser de medio libro por habitante al año. Debo sentirme orgulloso porque voy para los 3 libros en lo que va de este dos mil cinco.
Como buen cliché literario, me encontraba leyendo un libro de suspenso de un autor gringo barato, cuya historia se trataba de desenmascarar unos crímenes y así capturar al asesino. Pero llegó el momento en el que no pude concentrarme más en la lectura: en la mesa que estaba a un lado mío, discutía un par de muchachas en sus veintes de problemas de noviazgos y que para ese entonces, se me hacían más entretenidos que el atolladero en el que se encontraba el personaje principal de mi lectura.
Una mujer lloraba como magdalena pues había descubierto que su galán le ponía los cuernos desde ya hacía tiempo con su prima Rebeca, y que los había cachado con las manos en la masa la noche anterior en el centro de Cholula, en "La Enamorada" para ser más exactos. La muchacha esta gritaba, no sé por qué los encargados del café no la sacaron del lugar, pareciera que también se enteraron de su trago amargo y decidieron dejarla en paz; no así otros clientes, que optaron por dejar sus cafés a medias y retirarse a otro sitio.
Pero yo seguía entretenido, cerré mi libro y le di el último sorbo a mi taza de café americano, no uno más caro pues no llevaba mucha plata ese día; me prendí otro cigarro y seguí escuchando. Las muchachas, que ahora sé que se llamaban Raquel y Paulina, se enfrascaron en una rencilla de la cual no podían salir. Raquel, la encuernada, deseaba desquitarse a como de lugar de su novio Fernando; Paulina a su vez, quería que mejor olvidara todo el asunto y que se buscara otro pez en el amplio mar que es la ciudad de Puebla. Su discusión se vio interrumpida por un segundo al escuchar un relámpago tan fuerte que las hizo saltar de sus sillas, un relámpago que amenazó con quebrar los cristales del Teorema. Eran las siete y dieciocho.
Al haber escuchado los detalles de su historia, me sentí furioso, me levanté y me dirigí a la mesa de las dos jóvenes; la venganza es buena si se realiza con inteligencia y astucia.
Al llegar con ellas, me miraron incómodas y me percaté que los ojos de Raquel estaban a punto de estallar con llamas de fuego, amenazando con incinerarme si seguía parado allí. Me presenté a pesar de sentirme indeseado, y claro que lo era; les expliqué que no pude evitar escuchar el asunto que discutían y que, siendo yo un buen samaritano camotero, había urdido un plan para que Raquel se vengara del tal Fernando. Me esperaba una mentada de madre como respuesta a mi descomunal idea, pero cuál fue mi sorpresa al notar que Raquel se interesó en escuchar lo que tenía en mente e invitándome a sentar con ellas. Paulina pensó que estábamos locos, que esto no era posible y mejor para ella, pasó a retirarse. Dos horas después, al momento en que Cuarto Blanco se disponía a comenzar su tocada, decidimos que todo estaba listo, el plan le había gustado y lo pondríamos en práctica en la noche siguiente. Con una sonrisa que provenía desde el alma, se despidió de mí, me agradeció el apoyo y nos retiramos cada quien por nuestro lado. En el camino a casa recapitulé los hechos: tomé un café americano, me fumé tres cigarrillos, me inmiscuí en asuntos ajenos, la iba a ayudar en una venganza y me había hecho de una amiga más. Nada mal para un viernes rutinado desde siempre.
CONTINUARÁ...

martes, agosto 09, 2005

Demencias

Y qué importa aquel martirio
a quien no le importa nada mas que a sí mismo,
no llores por imperfecciones mentales
ni por derrotas acumuladas en tu caminar por el tiempo.
Ese llanto que brota de tus sensaciones impacientes
guárdalo para momentos de dolor y demencias;
no tienes que obsequiarme nada
pues nada me debes aún.
Sal y vive, querida niña de mis ojos,
entiérrame junto a aquella vereda
que jamás andarás nuevamente,
revienta en sonidos y lujurias
que abracen tu nuevo sonreir;
de mi habrás olvidádote,
ni para tus momentos de dolor ni tus demencias,
seré aquel suspiro que de vez en cuando te abordará
y tú sin saberlo, recorreré en vela tus venas,
amordazando la discordia de tus manejos impacibles,
por siempre, querida niña de mis ojos,
imperceptible, en tí.

viernes, agosto 05, 2005

Horizonte

El atardecer nos cae nuevamente, el día ha sido fructífero mas sin embargo no fue suficiente, el tiempo nunca lo es.
Las palabras se acomodan y las sonrisas desnudas en nuestra piel. Me he dado cuenta de que ya no eres aquel horizonte que ansiaba alcanzar. Eres ya la vista de mi espejo retrovisor. Sin mirar atrás...