Otra vida
No era una noche cualquiera, no, era la velada que antecedía su partida. Y ella había dejado esta vida, su vida, para no volverla a ver jamás. Si l epreguntaran a él les contestaría que así tenía que suceder, sin tartamudeos ni miramientos; así ella lo había decidido, él lo había decidio. Aquel miedo con escalofríos que lo abrodaban cuando se percataba de que no admiraría sus ojos nuevamente se fue apaciguando, hasta el punto en el que lo aceptaba con cierto grado de incomprensión. Ella era su vida y deseaba significar lo mismo para ella. No estar a su lado era peor que la muerte, extrañarla durante su ausencia era marchitarse junto a cada segundo que transcurría.
Él la tocó, inerte y fría, conversó con ella unos minutos mientras yacía sobre el piso de aquel cuarto azul, cuarto que con ellos había compartido tantos momentos. Le susurró al oído todos aquellos planes que tenía para el futuro, a su lado y que ahora ya no podrían ser su verdad; la besó en la frente y se despidió, deseando poder cumplir sus sueños en otra vida, su vida, si es que realmente éstas existen después de la muerte.
No volteó, sin mirar por arriba de su hombro, caminó bajo la lluvia con el corazón desgarrado, náuseas y mareos que estuvieron a punto de tumbarle. De cualquier manera ya nada importaba, él se encontraba muerto desde hacía ya tiempo atrás.
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