domingo, junio 18, 2006

Así transcurría

Así transcurría nuestra vida, jugando a no importarnos cuando por las noches perdíamos el sueño intentando cambiar la situación. El orgullo o el miedo a ser rechazados nos impedían aventurarnos con la verdad. Miradas obvias, palabras inyectadas en un sentido que no podían ser digeridas en otro contexto fuera del que nos entendíamos. Conversaciones largas, intentando descifrar las intenciones del otro, intentando traducir momentos o frases que posiblemente estaban fuera de la realidad.
Al final, el interés mutuo terminó, se diluyó entre posibilidades y reacciones inesperadas a algo que sentíamos ya como seguro. Y nada sucedió, ni caricias ni cariño, imposible fue el explorar lo que estábamos dispuestos a darnos debido a puras inseguridades, segundos pensamientos y una gran falta de madurez.

martes, junio 13, 2006

Reflejos

Los reflejos no son normales, pareciera que estos anteojos te extrañasen más de la cuenta. No miro espejos para evitar darme cuenta de todos los defectos que tengo.
No escucho canciones melosas para hastiarme de sonidos que se asemejen a tus caricias en mi pelo, pelo que se ha vuelto viejo de esperar cambios ajenos que en el fondo sé que no llegarán.
Intento de algún modo rechazar las memorias que pudieran desprenderme una sonrisa dedicada a ti, sonrisas que lamento producir en este momento, momentos que pasan sin más ni menos observando el horizonte color de gris.
Los caminos son largos cuando de olvidar se trata, no puedes decir que no, y las noches son más frías aún, lo sabes aunque no pronuncies palabras; palabras que en su instante creí como oración.
Las miradas obstruyen el sentido común, a pesar de quejarme lo suficiente como para alejarme de mí mismo. Y me alejo y no me echo de menos. Y no echo de menos el extrañarte; no me extraño.
Dejé de descifrar oraciones expresivas, no es grata la historia que me antecede; antecede el minuto de tu partida y no me encarece, carezco de desilusión.
Como lacra invoco la culpa de lo inequívoco, de la comodidad que se desprende al no aceptar el hecho de que no te aceptaré de regreso, sólo sonrisas nerviosas, nerviosas ideas rondan mi mente al alejarme de tu reminiscencia.
No más reflejos anormales, no más espejos ni canciones melosas; no más memorias ni caminos que me lleven a tu sombra, no más miradas vacías y faltas de sentimientos, no más palabras ni oraciones vanas que de nada me sirven; no más sonrisas que me lleven a tu nombre ni que te traigan nuevamente aquí.

lunes, junio 05, 2006

Encontrarte

Sin un peso en el bolsillo, camino por las calles que circundan el centro de la ciudad. Ha llovido hace un par de horas y el viento deja escurrirse entre las esquinas de los edificios. En los charcos de agua se reflejan las luces de los locales comerciales que todavía a estas horas siguen abiertos. Prendo un cigarrillo mientras espero a que el semáforo se ponga en rojo para poder cruzar de calle. Seguía sin entender el hecho de divagar por los pasajes con la ingenua idea de poder toparme contigo. El camino de regreso a casa siempre era cansado y peligroso, no recomiendo pasear por el centro después de media noche, uno nunca sabe con qué tipo de personajes puedes encontrarte.
Nada distinto a otras anochecidas, me senté en una de tantas bancas en el zócalo, junto a la fuente. Comenzaba a llover nuevamente, ligeramente; encendí otro cigarro y me cerré la chamarra bien porque el frío se hacía sentir con más fuerza. Opté por retirarme con las manos vacías, aquella noche era la que cumplía dos semanas de recorridos en vano de buscarte, ni un suspiro, ni una mirada, ni un rastro de ti.
Todas esas noches me espiabas desde la ventana de tu departamento, observabas detenidamente mientras yo me dirigía decepcionado y cabizbajo a mi casa. Ni una palabra me dirigiste, ni una señal me enviaste para poder encontrarte.
Comenzaste a llorar desde aquel lunes en el que ya no me viste desperdiciar mis noches por encontrarte. Y comenzaste a buscarme ahora tú a mí, por las noches caminabas por mi colonia, y para serte sincero, me puse en tus zapatos y entendí tus razones por las cuales nunca te dejaste encontrar, y comprendí los sentimientos; no permití que me hallaras.
La última ocasión que te miré fue cuando desapareciste entre la lluvia, en dirección al zócalo de la ciudad, seguramente sin algún peso en tus bolsillos.