jueves, julio 28, 2005

Texas Online

Allí estaba él, disque jugando texas online y escuchando como sus papas y
su hermano mayor hablan mal de él tras sus espaldas.
Que no se va de intercambio porque no se movió lo suficiente para
conseguir apoyo económico, que no le ven las ganas de irse porque no
lo ven "movido". Que él tengo la culpa por no haber conseguido
trabajo. Que cada quien tiene lo que buscó.
Pues todos a la chingada, pensó con lágrimas en sus ojos y con el ritmo cardiaco a mil. Él sabe lo que hizo y llegó al límite, no
cree poder hacer otra cosa para irse de intercambio, la vida es complicada.
Y por no haber conseguido irse sin ayuda académica lo convierte en un pendejo?, se pregunta.
Ya lo tienen todos hasta la madre. Ni crean que les va a ayudar a
conseguir trabajo ni para los trailers de su padre ni a su hermano en sus negocios. Al carajo todos ellos, aseguró mientras sentía que la vida se le desgarraba, y no por no apoyarlo, sino porque se
les hace muy fácil hablar de lo malo que es para hacer las cosas; ahora que lo piensa jamás tuvieron las intenciones de ayudarlo y parece que es sólo un pinche peso sobre ellos. A la chingada todos.

lunes, julio 18, 2005

Porque...

Porque la felicidad se esfuma con el primer suspiro
di no a lo imposible;
porque la amargura puede bien llenarte para siempre
di no a las ilusiones:
porque el sueño te roba la existencia
di no a desperdiciar el tiempo;
porque el amor sólo termina por herirte
di no hoy, por favor.

martes, julio 12, 2005

Tequila, ranchera y llanto mexicano

Ay güerita chula
lo tanto que me haces sufrir.
Dicen que no te intereso,
pero yo por tí me muero.
En el dolor el tequila me acompaña
pa' desahogarme de una vez por todas
porque el dolor me quiebra
y llorarte ya no quiero.
¿Ay que voy a hacer?
si tú a mi no me quieres nada.
Con los mariachis le canto al amor
porque ya no puedo verte
ni mucho menos en mis brazos tenerte;
bien es sabido por todos
que yo a tí te adoro,
acéptame y no me des desprecio;
sé que te haría muy felíz
si tan sólo me dejaras acercarme a tí.
Tequila, ranchera y llanto mexicano,
como siempre debe ser;
te crees de la nobleza
y por eso me tildas de a jodido;
hay muchas mujeres en mi vida
pero mi corazón a tí te ha escogido.
Ay güerita preciosa,
güerita de mi vida,
en lugar de rajarme martirio
dame un poco de tu cariño
y mucho de tu corazón.

sábado, julio 02, 2005

Despertar un tanto brusco

Imposible prever la infinidad de trampas que la soledad tiende a los solitarios. No hay dos iguales, la experiencia ajena no sirve. Aun en una misma persona, cada una que aguarda es diferente.
A lo más que podemos aspirar es a tener ligeras sospechas sobre su accionar (y eso cuando ya estamos metidos hasta el cuello en su engaño). Hasta ese momento sabemos a dónde nos ha conducido su cruel mano.
Ella, una vez más, cayó en una de las múltiples trampas que tiene preparada la soledad para los incautos. Ella, la avezada, la experta, la tumbahombres que se comía el mundo a puños. Ahí está, desnnda, con una cruda que amenaza con enloquecerla. Junto a ella un desconocido, otro más, la misma y dolorosa canción de los últimos años: despertar en un frío e impersonal motel sin saber cómo llegaste, quién es el que está ahí a tu lado y sin saber si el acostón valió la pena.
Al principio, coqueteaba con la idea de encontrar el hombre ideal, la relación perfecta. Pero la realidad fue muy otra: cuerpos sin rostro y noches sin huella.
Encima del terrible malestar físico está esa inhumana náusea que viene de muy dentro, del último recoveco visceral donde una débil lucecita roja la conmina a detenerse, a hacer un alto para pensar un poco, a preguntarse. Es la soledad que no se vence con la mera presencia de un cuerpo extraño, ajeno. Una soledad que ni siquiera se comparte, que absorbe la soledad del desconocido y hace doblemente pesada la propia.
En el espejo del desolado baño del motel se mira con la inútil esperanza de acomodarse el cabello con el peine. En el rostro que refleja el azogue no se reconoce, sólo encuentra el recuento de años de tropezones y sinsabores, amargura.
En la recámara, el desconocido duerme entre ronquidos animalescos, es un simple bulto que cayó sobre las sábanas, una masa durmiente que no dejará ni un recuerdo. Ella se viste y sale a la calle contando los innumerables hoyos negros que llenan la calle y forman su vida. Está incómoda con esa ropa que le sienta como si fuera ajena, en ese cuerpo aún tiene huellas del desconocido. Piensa que debió bañarse para borrar con el agua y el jabón todo el pasado de una vez por todas, pero es demasiado tarde.
La frescura de las seis de la mañana casi logra borrarle la amargura y el desasosiego, casi le hace olvidar una noche que no alcanza un número en sus últimos años.
Camina por la calle desconocida, sin saber a dónde va y sin que le importe, ajena a los perros y a las personas que pasan a su lado. No ve nada ni a nadie. Rebusca en su bolso, una vez más falta la cartera y lo escaso de valor, encuentra la navaja suiza de aceradas y relucientes hojas, extrae la mayor y se la pasa por la garganta con un movimiento rápido y suave, que bien podría ser una caricia, un tic o un ademán para espantarse un insecto. Un intempestivo mareo le hace buscar con el brazo extendido el apoyo del muro blanco. Un generoso y vital chorro púrpura brota de su cuello, mancha el muro y su impoluta blusa blanca, en lo que es el fin de una trampa más de las que suele tender la soledad.



Arellano, V. 1999. Llámalo locura. México. Colección Asteriscos.