miércoles, abril 26, 2006

El espejo

La fiesta había estado increíble. Sólo recuerdo haber manejado el coche con una gran sonrisa, mientras cantaba a gritos in entendibles una canción de Maná por la radio. Desperté solamente porque mi cuerpo me exigía al menos un vaso con agua helada, para mitigar el desmadre que se traía mi estómago. Era sábado y era día de descanso en la empresa, menos mal que no debía presentarme en algún lugar social o evento familiar, hubiera sido la muerte para mí definitivamente. Le abrí las llaves a la ducha, esperé un momento en lo que se calentaba el agua mientras leía el periódico: lo mismo de siempre, pura basura de los candidatos por la premura de los tiempos electorales. Ni pensaba por alguien en específico, realmente lo que me molestaba más era el hecho de que habría ley seca nuevamente un fin de semana, cosa que no estaba mal de no ser por mi pésima memoria para esos días.

Estaba preparándome una bebida en la cocina cuando escuché un tropiezo en el baño. Fijé la mirada en la puerta del sanitario y lo único que podía ver era el vapor que salía como si fuera algún tipo de incendio. Me acerqué al baño y oí unos murmullos dentro. Entré y encontré el cuarto lleno de vapor, apenas se podía ver algo. Con dificultad me acerqué a las llaves del agua y las cerré. El ruido cesó, no había nadie.
- Estás bien crudo y tu mente se está desquitando – fue lo que me dije, pensando más bien en la bebida que había dejado a miedo preparar. Salí del baño, prendí el televisor y seguí con mi menester. Hacía mucho calor y todos sabemos que eso y andar cruz son cosas que simplemente no se mezclan. Llamaron al teléfono, justo en el momento en el que levantaba la bocina colgaron. Hay gente que sólo espera dos o tres repiques y cuelgan el teléfono, realmente me molesta que no puedan entender que quizá no todos vivimos pegados al teléfono esperando a que alguien nos llame.
Tomé el vaso con el elíxir dentro y me senté en la orilla de la cama, la ducha podría esperar un rato más. El teléfono volvió a sonar y esta vez si logré contestar a tiempo. Era Ricardo, quien me hablaba para notificarme el fallecimiento de Eric, un amigo de la infancia. Me dijo que había muerto en un accidente de coche en la carretera hacia Córdoba junto a su familia, y que al parecer el conductor de un tractocamión se había quedado dormido y los arrolló, Ricardo no sabía bien los detalles.

Colgué la bocina y recordé que recientemente había charlado con él en el café cerca de su casa. Peor aún, a mi mente llegó el hecho de que le había prometido acompañarlo el día de ayer a acampar con sus hijos y Raquel, su esposa. Apagué el televisor mientras recordaba nuestra última plática, me había dicho que le esperaba una pronta promoción en el trabajo; si alguien merecía vivir muchos años más era él, un esposo dedicado a su familia, trabajador honesto y divertido como amistad. La idea no dejaba de cruzar por mi mente: habría muerto yo también de haberlo acompañado? Son cosas que te marcan, sobretodo cuando actúas normalmente y te das cuenta de que cualquier decisión que tomas afecta lo que te rodea. Habría muerto yo? Seguía repitiéndome en la cabeza mientras intentaba relajarme un poco.
Decidí bañarme y alistarme lo más pronto posible para asistir al velorio. En el fondo creía que todo se trataba de una broma, o que eso no podía haber sucedido, pero llamadas que siguieron a la de Ricardo me lo confirmaron.

Entré al baño, y en lo que me rasuraba las llaves del agua se abrieron por sí solas. No estaba loco e indudablemente el hecho de tener resaca no es causa de visiones. Abrí el cancel y me pareció ver a Eric entre el vapor que rápidamente se adueñó del cuarto. Parecía que las llaves se habían roto ya que giraban pero no cortaban el paso del agua. Confundido con lo que sucedía, intenté abrir la puerta del baño, pero estaba cerrada. Tal situación me inquietó ya que el seguro se encontraba del lado de la puerta que yo tenía.
Me dirigí a la pequeña ventana que estaba junto al lavamanos, con trabajo pude abrirla.
El agua dejó de correr, no sé si debido a que se hubiera acabado el agua del tinaco o que las llaves se hubieran cerrado. El vapor se fue disipando y me llamó la atención el espejo, que parecía tener algo escrito. Me acerqué y noté que había escrito en él un número: 7. No lo había escrito yo ni sabía a qué podía referirse. Asustado, me vestí como pude y salí a la calle.
Me encontré con Ricardo en el velorio, pero no me atreví a contarle lo que me había sucedido, ni yo lo asimilaba bien en aquel entonces.

Al otro día lo enterramos en el panteón municipal en compañía de sus familiares y amistades. Platiqué con la ahora viuda por un rato, le aseguré mi apoyo en cualquier momento que le fuere necesario, recordé viejas anécdotas con los amigos que lo conocíamos y me retiré a casa. El corazón comenzó a palpitar rápidamente cuando entré al departamento y me di cuenta que del baño salía vapor. Con miedo hasta los pelos entré al baño, y casi me caí cuando observé el número 6 escrito en el espejo.
Toda la semana estuve como loco, dejé de ir a trabajar, dejé de comer más que lo indispensable, dejé de salir del departamento y porque cada día que pasaba la cuenta regresiva continuaba y no sabía qué es lo que iba a suceder.
Y aquí estoy, sentado en la orilla de la cama esperando lo inesperado. Ayer el espejo marcaba el número 1. Volviéndome loco escucho las llaves del agua abrirse. El vapor comienza a salir por debajo de la puerta y se escucharon sonidos semejantes a pasos. Escuché cómo abrían la puerta del baño, llegué a sentir el vapor rodeándome, sin fuerzas para voltear a ver lo que había detrás de mí.

martes, abril 18, 2006

1 año de Letras Efímeras

Qué rápido se pasa el tiempo caray, ya un año y ni lo sentí. No es un blog que tenga muchas entradas o visitas, pero agradezco muchísimo a las personas que lo hacen, y lo mejor es que no entiendo por qué les late jeje, pero siganle!
Gracias otra vez

jueves, abril 13, 2006

Despertares

Despiértenme cuando las estrellas hayan llegado contigo, miro el reflejo del cristal y sólo observo una cara distinta que no es la mía. El viento me trae tu voz y se la lleva, el aire me hace recordar esas noches en las que dormí abrazándote, deseando que la mañana nunca llegara.
Despiértenme cuando la luna aparezca y tu te asomes tímidamente detrás de ella, el camino es largo y el cansancio se hace sentir. La lluvia tibia es palpar tu piel, deleitarme con la mirada y entender que no soy si no siento, y si no siento no puedo existir.
Ha llegado quizá el nuevo amanecer en el horizonte, el que me haga soñar nuevamente con otros despertares, con otros atardeceres y posiblemente otras esperanzas, que me harán encontrar lo que por tanto tiempo he estado buscando