martes, enero 03, 2006

Valiant '78

Manejaba a todo lo que daba su valiant modelo 78 color café, en las carreteras federales de Baja California. No sabía cuántas horas llevaba conduciendo, mucho menos la hora en la que había amanecido. Sudaba de la frente y lágrimas corrían por sus ojos; sólo sabía que la culpa lo asfixiaba, le cortaba la respiración a pesar de traer los cristales abajo. A pesar del remordimiento que le nublabla la mente, por dentro sentía que había hecho lo correcto. Llegó al desfiladero de San Quintín, cerca de Mulegé. Pisó a fondo el pedal del acelerador, quebró la malla de seguridad y cayó al fondo del barranco. Mientras caía pudo ver en su mente toda su vida, en especial las partes en las que ella fue la protagonista.
Entre vidrios y pedazos retorcidos de metal exhaló sus últimos respiros. La amó con gran fuerza y locura, le hubiera podido dar todo lo que hubiese estado en sus manos si tan sólo le hubiera dado esa oportunidad que por tantos años esperó. Fue su última morada el Valiant, de Fernando y de Lorena, de los dos separados físicamente por unos metros y por sentimientos para siempre. Nadie los vio caer, tardaron dos días en encontrar los restos del accidente.

1 Noche Antes

Ya no recordaba lo hermosa que se veía cuando se arreglaba, y no era para menos, era la noche de su boda, se había casado pero no con él. Fue el último invitado en partir de la fiesta, pero la esperó fuera del hotel en donde pasaron la noche. Tocó la puerta pero nadié respondió, lo que le llevó a llenarse de ira y patear la puerta hasta abrirle un boquete junto a la perilla. El ruido hizo que la pareja se despertara abruptamente, el novio nunca vio su rostro, la novia sabía que se trataba de él. De un disparo en la frente apagó la vida del recién casado, sin objeciones, sin segundos pensamientos. La tomó del brazo y enseguida salieron del lugar. Las personas que los vieron hablarían más tarde a la policía.
Él la amaba muy a su manera, de la manera que las mujeres nunca se dan cuenta. Le reprochó el pasado y el presente; ella sólo lloraba y sollozaba palabras inentendibles. Ella no lo amaba, nunca lo hizo y nunca habría habido espacio en su corazón para él; lo que ahora sentía era odio y rencor por apartarla de la persona que era su futuro.
No fueron más de cuarenta minutos cuando terminó todo. Lo había hecho, le había robado la existencia y su cuerpo ensangrentado lo guardó en la cajuela. Habrán sido los celos, la angustia del amor perdido, las ansias de no poder cambiar la situación; pudo haber sido todo esto u otras razones más que pudieron haberlo cegado; ahora era un asesino fugitivo y debía emprender el camino.

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