Las cosas buenas tardan
Lo que quería era sentirme como en los viejos tiempos. Las diferencias de aquel entonces es que ahora trabajo y poco a poco he ido haciéndome de mis ahorritos. Soltero, empleado de una empresa que me agrada y sin más responsabilidades que pagar la renta, luz, agua y alimentos, me encuentro en una situación holgada económicamente. Es por eso que decidí adquirir un paquete de esos turísticos para pasarme una semanita en Ixtapa Zihuatanejo, como lo hice alguna vez en compañía de mi generación como viaje de graduación.
El meollo del asunto era salir de la monotonía en la que me encontraba encasillado durante meses, descansar del trabajo y simplemente relajarme y poner mi cabeza en orden nuevamente. Salía recientemente de una relación de años, que en general fue positiva pero que al final se tornó turbulenta, por mi falta de compromiso según ella y yo por su falta de comprensión. ¿Quién desea casarse a los 28 cuando aún hay cosas por vivir, comer, experimentar y conocer? yo al menos no estoy listo para cambiar mi forma de vivir, mis gustos y costumbres, por lo pronto no quiero sentir atadas mis acciones a terceras personas.
Pero en fin, llegó el día de embarcarme hacia mis bien merecidas vacaciones, tomé el autobus en la 4 poniente a las tres de la mañana para dirigirme al aeropuerto de la ciudad de México. Como buen soltero no tenía ni madres para preparme como desayuno, me atiborré de cacahuates japoneses, galletas y jugos que le obsequian a uno cuando sube al transporte, acción que no le agradó en lo absoluto a la señorita que los repartía. Me sucede a menudo que cuando tomo el autobus me tocan siempre películas repetidas, y esta ocasión no fue la excepción: tuve que chutarme la película
"Hidalgo" como por trigésima cuarta vez.
Arribé al aeropuerto a eso de las 5 de la mañana, me alegré mucho de poder entrar al Defectuoso sin marchas o bloqueos. Me dirigí al mostrador, entregué mi maleta y checaron mis boletos, todo estuvo en orden. Tenía que esperar todavía hora y media para abordar el avión, por lo que decidí entrar al "Barón Rojo", restaurant que por los siglos de los siglos amén ha estado por la zona de los arribos nacionales. Compré el periódico y es increíble como ha crecido la inseguridad en el D.F., por nada del mundo viviría en esa ciudad. Continué leyendo el diario cuando al voltear a ver si ya venía la mesera con mi café, me percaté de la presencia de una mujer en sus 25, piel planca, cabello castaño, delgada y parecia tener una estatura promedio. Me parecía muy atractiva, se ajustaba a mis gustos sobre las mujeres. No le di mucha importancia y continué con mi lectura, pero no pasaron muchos minutos para que perdiera el interés en las noticias y que prefiriera observarla disimuladamente. No tardó ella en darse cuenta de que la miraba. Ella desayunaba y me volteaba a ver mesuradamente. Una ligera sonrisa obsequiada de su boca me hizo agarrar valor de la cafeína y decidí presentarme con ella. En el camino hacia su mesa no pude dejar de sentir el clásico vacío en el estómago, cual joven en la secundaria que tiembla al hablar con la chava que le gusta. Le pedí un encendedor, excusa mala si pensamos que lo más fácil hubiera sido pedírselo a la mesera. Por suerte compartíamos el mismo vicio y me prestó su lumbre. Comenté algo trivial como el clima o tráfico, realmente no recuerdo, para darme cuenta de si mi presencia le disgustaba, para mi sorpresa comenzó a echarme un pequeño rollo acerca del clima. Me invitó a sentarme, invitación que desde luego acepté; platicamos un poquito más y me presenté en unas cuantas líneas, es lamentable poder contar tus más queridos logros, tu vida en pocas oraciones, como que le resta importancia a todo lo logrado. Ella, por su lado, se presentó amigablemente, su nombre era Gabriela Mendoza de 26 años de edad, trabajaba en una compañía de seguros en el norte del país y se encontraba en el aeropuerto esperando un vuelo para regresar a la ciudad en la que radicaba. No tenía novio, noticia que me alegró, debido a que sus parejas las veía poco tiempo debido a sus viajes obligatorios por todo el territorio nacional.
Terminó su desayuno, unos chilaquiles porque era de lo más barato en el restaurant, tomando en cuenta que un café americano cuesta 25 pesos; seguimos platicando y nos dimos cuenta de que no sólo compartíamos el gusto por el tabaco, sino por la música y comidas también. Me preguntó que cuál era la última cosa loca, atrevida que había hecho, pregunta que me hizo pensar por un momento. Claro que no le iba a contar que lo más valiente y reciente era desvelarme jugando al póker vía internet, o cambiar los focos fundidos de la cochera antes de ir al trabajo. Eso no serviría y opté por plagiarme una anéctoda de un compañero de trabajo, que a pesar de tener 34 años, parecía ser un niño atrapado en el cuerpo de un amante del trago y de los antojitos callejeros.
Me preguntó si me atrevería a hacer algo sin pensarlo, a lo que yo, un poco idiota, contesté que primero debía saber la propuesta para analizarlo. Me propuso acompañarla de regreso a su casa, que ella en una semana tendría también vacaciones y que me enseñaría uno que otro lugar interesante cerca de Sonora. Su propuesta, al principio, me pareció como broma, pero al ver su rostro me di cuenta de que más seria no podía ser. Le objeté el hecho de que no nos conocíamos, que ya había pagado tanto mi viaje redondo como el hospedaje en el hotel en Ixtapa. Me refutó la excusa ofreciéndome un viaje de ida, lo pagaría ella por medio de los puntos que había ido juntando debido a sus frecuentes viajes, y que por el dinero del hotel no me preocupara, que me pagaría los gastos por una semana y que luego veríamos. Yo no tenía los suficientes días libres como para faltar al trabajo por más de siete días. Yo todavía tomaba todo esto como un juego o una buena tomada de pelo, pero ella insistía en que le había caído bien, que le inspiraba mucha confianza y que no me iba a secuestrar ni nada por el estilo. Acepté, pensando en seguirle el juego para ver hasta donde llegaba con su reto, pagamos lo consumido en el hotel y nos dirigimos al mostrador de Aeroméxico. Casi me voy de espaldas al ver que en realidad lo estaba tramitando, todo esto se me hacía confuso e hizo que me pusiera nervioso. Le entregaron el boleto, me lo dio y me aconsejó que fuera a preguntar de qué manera me podían regresar mi equipaje. En ese momento intenté echarme para atrás y le comenté bastante asustado que la broma había llegado muy lejos y que me dijera qué era lo que estaba tramando. Se enojó al escuchar mis quejas, se puso seria y me dijo que todavía no era muy tarde para retractarme. Me quedé en silencio durante unos segundos, titubeante, cosa que la enojó más e hizo que me diera la espalda. "Fue un gusto conocerte entonces", exclamó con tono decepcionante, mientras caminaba hacia su sala de espera. Me sentí perdido, confuso, realmente lo decía en serio, no se trataba de ninguna broma o algo parecido pero era una situación como sacada de película, inaudita. Lo pensé durante un momento, coloqué los pros y los contras de cambiar el rumbo de las vacaciones; por un lado, y tomando su palabra, no gastaría nada durante una semana y parecía ser una chica de buena familia, y por el otro, que era una total desconocida para mí, y por experiencias que todos nosotros tenemos, no debemos confiar en las personas que no conocemos. Llegué a la conclusión de que no perdía nada, me hubiera quedado con el gusanito de la duda; Ixtapa ya lo conocía y podía imaginarme la semana entera recostado sobre una cama o camastro, haciendo planes al regresar a Puebla e irme al bar del hotel por las noches a tomarme una copa. Irme con ella era todo lo contrario, cada momento sería una sorpresa puesto a que no conocía esa zona del país, no conocía nada y no me molestaba la idea de visitar lugares que en mi vida lo habría hecho. Corrí hacia el mostrador de mi vuelo, lamentablemente ya no podía recoger mi equipaje puesto a que ya estaba en el avión, tampoco pude cambiar mis boletos por otra fecha o por efectivo. Con cada segundo que transcurría, sentía que lo que había decidido era totalmente descabellado, pero muy en el fondo me animaba el hehco de romper mis esquemas y de atreverme a algo, hacer algo como lo solía hacer de más joven. Emprendí el paso veloz para llegar lo más pronto posible a la sala de Aeroméxico, no fuera a ser que ya estuvieran abordando el avión.
La ví ahí sentada, observando la entrada de la sala, al verme se paró de su asiento y al acercarme a ella me dijo: "¿por qué te tardaste tanto?" con una mirada tan pícara que al día de hoy no puedo ni quiero olvidar. "Las cosas buenas te hacen esperar" le respondí en un tomo mamón pero a luces como broma. 20 minutos después subimos al avión, volamos como dos horas y llegamos al aeropuerto de Sonora. Tomamos un taxi que nos llevó a su casa, donde la esperaba toda su familia. Me presentó ante ellos como un viejo amigo. En la semana me mostró la ciudad, me llevó a museos, bares y lugares de interes, todo fue grandioso. Llegó el momento de partir de nuevo a Puebla, de regreso a mi vida y a las labores que ello conlleva. El mismo día en el que iba a comprar mi boleto de regreso, me retó nuevamente, reto que acepté después de tan sólo una semana de haberla conocido. Ese mismo día hablé a casa para darles la noticia, hablé al trabajo para comunicarles que ya no les brindaría mis servicios. Ahora vivo en aquella ciudad bonita, conseguí después de no mucho tiempo relacionado con tranporte y exportaciones a Estados Unidos, vivimos en unión libre ya durante muchos años, con miras de casamiento el próximo año. Nos hemos acostumbrado a nuestros distintos ritmos de trabajo, yo la espero en el aeropuerto de Sonora cada vez que regresa y ella me despide cuando debo ir a las fronteras a hacer mi trabajo.
Resulta difícil de creer lo inesperada que llega a ser la vida, uno cree que tiene todo bajo control, pero de vez en cuando el destino nos aplica una cachetada para abrir los ojos. ¿Por qué tardo tanto? simplemente porque las cosas buenas siempre tardan en llegar.
5 Comentarios:
que chido, me encanto la historia, y la sentencia "las cosas buenas siempre tardan en llegar".
hiciste algo que muy pocos lo harian...
Que bueno que te agradó, es un poco larga creo. Pero en fin, también me gustó como me quedó
Excelente historia! Es más larga de lo que aconstumbras pero no es tediosa.
UAU... aveces creo que esas cosas.. a ami no me pasaran nunca... ni cerca estoy de que me sucedan! seria lindo ponerle un touch de aventura a mis dias...
Ojalá todos pudiéramos inyectarle aventura de este estilo a nuestras vidas, concuerdo contigo. Gracias por visitar.
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