sábado, mayo 21, 2005

Más loca por amarme

No es por su costumbre de rasurarse el pubis cada tercer día, le haga falta o no. No es la argolla de plata engarzada en su pezón izquierdo, ni lo atrabiliario de sus desplantes al despertar. No es su cabello cortado militarmente y teñido de anaranjado, ni su vestimenta eternamente negra que oculta sus contundentes y protuberantes cualidades físicas. No es su afán por pagar las cuentas ni su desmedido gusto por la cocacola light. No, no es nada de eso, es esa mirada infinitamente tierna que pone al decirme "te amo" mientras lavamos su auto.
Está loca de una manera tan extraña que cualquier siquiatra me recomendaría llevarla a Catemaco, o que la mande matar con un sicario sinaloense.
No es su pasión por la música turca ni sus infatigables estudios de la historia hindú. No son sus llamadas telefónicas por la madrugada, ni sus gritos destemplados cada vez que recibe una carta de Buenos Aires. No son sus deseos permanentes por chupar limnoes con azúcar, ni su simpatía inveterada por los borrachos desconocidos. No es por sus zapatos rojos de charol ni por su decidida renuencia a usar pantaletas y sostén. No, no creo que esté loca por eso, sino por esos versos en sánscrito que me recita cada vez que un orgamos explota en su interior y por las lágrimas que a raudales brotan de sus ojos cuando le dedico un cuento de amor.
Está loca de una manera tan heterodoxa que sus doctorados hacen pensar en una suerte de pacto con Dios, o en una suerte de milagro norteamericano.
No es por su desenfrenado amor por Gabriela Sabatini, ni por su maldita costumbre de pegar chicles en mi cabello. No es porque le gusta mentar la madre en portugués a los policías uniformados ni porque sólo se ha enamorado de mí en toda su vida. No es porque escupa ruidosamente en los cines mientras come palomitas, ni por coleccionar fotografías de Jorge Luis Borges. No es por su gato -cuyo lugar favorito para orinar es mi auto- ni su manía de recoger en la calle botones, clips y tornillos. No es por su vocabulario carretonesco que exhibe cada vez que le habla un extraño, ni por sus aretes con sendos falos de plata. no es por esto que piense que está loca, sino porque me mira intentando encontrar en el fondo de mis ojos la respuesta a su existencia y porque me besa hasta que los labios se le resquebrajan como pared de casona colonial.
No es su afán de bañarse durante horas en tina, ni porque se corta las uñas con un cuchillo de monte. Pienso que está loca porque cree todo lo que le digo y siempre ha estado dispuesta a que la lleve a la cama, aunque afuera las balas silben una melodía de muerte.
No es porque les toque las nalgas a los hombres que le atraen, ni porque orine parada cada vez que vamos de día de campo. No es por su infatigable interés en la vida sexual de mis abuelas, ni por su permanente olor a ajo. No es por sus sueños en color ni porque desee que el anarquismo se instaure en México mediante un pacífico y democrático proceso electoral. No es porque traiga en su bolsa un diccionario inglés-español, ni por el tatuaje de la Virgen de Guadalupe que tiene en el muslo derecho. No es por el póster autografiado que tiene del Vampiro Canadiense, ni por sus calcetas moradas con agujeros en los dedos. No es por el bombín con el que va a las fiestas ni por su amistad con poetas tlaxcaltecas. No es por eso que creo que está loca, sino porque me acaricia mientras duermo y me promete amarme hasta su muerte. Creo que está loca porque admira mis titubeantes páginas y me mira de una manera que no puedo más que ser bueno. No es por sus orejas sucias ni por su prima la sicóloga, que cada vez que puede me deja caer encima el peso de su ignorancia. No es porque alguna noche me haya recibido con una lluvia de globos con agua ni porque tenga un amante en Oaxaca. No, no es por esto que pienso que está loca; pienso que está loca porque me acompaña a congresos de esoterismo por todo el mundo y ante extraños ha admitido estar enamorada de mí.
Digo que está loca porque anoche, entre cuba y cuba, aceptó tener un hjo conmigo. Conmigo.



Arellano, Victor.(1999) Llámalo Locura. México: Editorial Asteriscos. Página 25

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